MATSUO BASHŌ
Matsuo Kinsaku
(Ueno, 1644 - Osaka, Japón, 1694)
SENDAS DE OKU
(Matsuo Basho emprendió en 1689 el cuarto de sus cinco viajes poético-espirituales por las entonces poco transitadas tierras al norte de Edo (Tokio). Más de dos mil kilómetros a pie que plasmó en un inmortal diario, Senda hacia tierras hondas.)
Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje. Entre los antiguos, muchos murieron en plena ruta. A mí mismo, desde hace mucho, como jirón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo. Después de haber recorrido la costa durante el otoño pasado, volví a mi choza a orillas del río y barrí sus telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me nacieron las ganas de cruzar el paso Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero de paja y unté moka quemada en mis piernas, para fortalecerlas. La idea de la luna en la isla de Matsushima llenaba todas mis horas. Cedí mi cabaña y me fui a la casa de Sampu, para esperar ahí el día de la salida. En uno de los pilares de mi choza colgué un poema de ocho estrofas. La primera decía así:
Otros ahora
en mi choza - mañana
casa de muñecas.
***
Subiendo el monte, a unos veinte cho (dos kilómetros) de distancia hay una cascada. Se despeña desde lo alto de una cueva, cayendo unos cien pies a un abismo de mil rocas, lleno de verdor. Me refugié en la oquedad y miré el panorama desde detrás de la cascada, comprendiendo por qué se le llama cascada de Urami.
Me quedo un rato
detrás de la cascada.
Entra el verano.
***
Durante tres días se desató un temporal de viento y lluvia, por lo que no tuvimos más remedio que permanecer encerrados en aquel lugar montaraz.
Pulgas, piojos,
meando los caballos...
¡Vaya almohada!
***
en mi choza - mañana
casa de muñecas.
***
Subiendo el monte, a unos veinte cho (dos kilómetros) de distancia hay una cascada. Se despeña desde lo alto de una cueva, cayendo unos cien pies a un abismo de mil rocas, lleno de verdor. Me refugié en la oquedad y miré el panorama desde detrás de la cascada, comprendiendo por qué se le llama cascada de Urami.
Me quedo un rato
detrás de la cascada.
Entra el verano.
***
Durante tres días se desató un temporal de viento y lluvia, por lo que no tuvimos más remedio que permanecer encerrados en aquel lugar montaraz.
Pulgas, piojos,
meando los caballos...
¡Vaya almohada!
Traducción de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya. Seix Barral, 1981.
***
No hablaron una palabra
el anfitrión, el huésped
y el blanco crisantemo.
* * *
Ah, este camino
que nadie recorre,
excepto el crepúsculo.
* * *
El camino de la muerte,
a pesar del sol de otoño,
¿quién querría emprenderlo?
* * *
La luna de la montaña
ilumina también
a los ladrones de flores.
* * *
¿Admirable,
aquel que no piensa: “la vida huye”
al ver el relámpago?
* * *
También esta cabaña de paja
en este mundo tornadizo
ha de transformarse en casa de muñecas.
* * *
¡Qué gloria!
Las hojas verdes, las hojas jóvenes,
bajo la luz del sol.
* * *
En la montaña de verano,
adoro las sandalias divinas;
viaje a la vista.
* * *
Quedó plantado
el arrozal
cuando me despedía del sauce.
* * *
De los cerezos en flor
al pino de dos troncos:
tres meses.
* * *
Pétalos de lirios
atarán mis pies:
los cordones de mis sandalias.
* * *
Bajo un mismo techo
durmieron las cortesanas,
la luna y el trébol.
* * *
Muévete, oh tumba,
muestra que me reconoces:
soy el viento de otoño.
* * *
Frescura de otoño.
Melón y berenjena
para cada huésped.
* * *
El sol brilla, brilla
sin compasión.
Pero el viento es de otoño.
* * *
Si he de morir
en el camino,
que sea entre los campos de trébol.
* * *
Desde hoy el rocío
borrará tu nombre
de mi sombrero.
* * *
Entre las olas:
acá, los pétalos,
allá, las conchas.
* * *
Al despedirme,
escribí algo en el abanico,
pero lo borré.
Versiones de Tsutomu Takagi y Alberto Manzano
1 comentario:
Iluminan hermosos.
Gracias
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