jueves, 4 de octubre de 2012

Hay una maravillosa poesía en el habla común

 Carta de Denise Levertov a William Carlos Williams

“Queridos Bill y Floss: He estado increíblemente descuidada con las cartas este verano… por favor, perdonen mi grosería por no haber respondido antes para agradecer “The American Idiom” y para contestar a tus comentarios sobre mis poemas recientes. A manera de excusa, la verdad es que estaba pasando un tiempo tan bueno al aire libre en Maine, nadando y nadando y caminando y simplemente mirando, que aborrecía pasar tiempo adentro encerrada en mi estudio… además, finalmente, nos encontrábamos en un estado de parálisis y tensión por la cuestión de si debíamos gastar hasta el último centavo que tenemos (y es la primera y tal vez última vez que fortuitamente tenemos algo de dinero extra) en la compra de una vieja granja.
Bien, lo hicimos -al menos eso creo-; las negociaciones tendrían que haber concluido hace un par de días, ya que Mitch se quedó allá con ese propósito… pero todavía no sé nada.
Ahora bien, con respecto a “The American Idiom”, estoy de acuerdo en que hay muchos escritores jóvenes (es poco probable que los viejos puedan cambiar, de todos modos) que necesitan que les digan eso porque empiezan a escribir en un estilo “literario” prestado que no tiene raíces en su propia vida y que no corresponde a la manera en que sienten y hablan. Además coincido en que hay una maravillosa poesía en el habla común, una poesía dolorosa y desgarradoramente humana que sólo puede escucharse y celebrarse si el poeta la escucha y la libera… la obra de tu vida lo demuestra.
Pero, en mi caso particular, no puedo poner en primer lugar la idea de “el idioma americano”. Para ti siempre ha sido un punto central, casi una misión. Pero cada persona debe conocer sus propias necesidades. Mi necesidad y mi deseo es encontrar en cada poema el tono y la medida de lo que siento, aunque el lenguaje, palabra por palabra y medida por medida, impresione o no al lector como “americano”. El poema que te apesadumbró, “La escalera de Jacob”, tiene que ser como es porque suena de la manera en que pienso y siento sobre él, o de la manera más próxima que me resulta posible. Si lo reestructuro para convertirlo en otra cosa sería traicionar lo que sé que debo hacer. Debes tener en cuenta que no crecí en América, y tampoco en una atmósfera inglesa sino europea, mi padre se naturalizó en Inglaterra más o menos en la época en que yo nací… su formación y origen era judío, ruso, centroeuropeo… y mi madre, orgullosamente galesa, había vivido en Polonia, Alemania y Dinamarca, etc. todos los años entre 1910 y 1923. Y luego, cuando vine de Estados Unidos, ya tenía 24 años… así que aunque era impresionable, buen material para el crisol de razas, el idioma americano es para mí una lengua adquirida. Sin dudas soy una poeta americana, si soy algo -sé que no soy una poeta inglesa-, pero no obstante siento que los grandes poetas europeos también “me pertenecen” como herencia. Tal vez no sea bueno carecer de profundas raíces locales, estar cómoda en todas partes y ninguna, pero si la propia vida te ha llevado a ser una persona así, y si una es poeta por aptitud natural y por constitución, sin duda debe aceptarlo: por ejemplo, mi habla cotidiana no es puramente americana: soy adaptable y con frecuencia la modifico para encajar con las personas con las que me encuentro, pero cuando hablo con Mitch y conmigo misma mi vocabulario es una mezcla de distintos elementos… más americanos que cualquier otra cosa, pero tampoco un americano estándar, por así llamarlo, si es que algo así existe, y por supuesto no existe. Y creo fervientemente que la primera obligación del poeta es ser dueño de su propia voz… descubrirla y usarla. Y la “voz” propia no habla solamente con el vocabulario con frecuencia descuidado e impreciso con el que hacemos las compras de almacén sino con todos los recursos de la propia vida, sean cuales fueren, independientemente de que sean “americanos” o de otras culturas, siempre y cuando sean verdaderamente propios y no fingidos.
Agrega a esto el hecho de que “La escalera de Jacob” fue escrita en una iglesia en México (al menos fue empezada allí, mirando una pintura primitiva).
Además, por cierto que no está compuesta en yambos. Cuando vaya a verte (pronto, espero), te lo leeré y si todavía te interesa el asunto lucharemos hasta el final.
Me alegra que te gustaran algunos de los otros poemas y espero que no sientas que estoy desertando de todo lo que te resulta más caro… tu propia obra sigue siendo tan rica y necesaria para mí como lo ha sido desde que empecé a leerla hace 13 años, pero simplemente no puedo estar de acuerdo con todo lo que dices sobre el Lenguaje Americano y creo que tienes que conceder que de todas maneras yo soy un caso especial… soy una ciudadana de segunda, naturalizada tardíamente, no una chica completamente americana, y que me condenen si pienso fingir ser otra cosa o descartar las otras influencias culturales que forman parte de mi sistema, pese a lo que cualquiera pueda decir.
Cariños,

Denise

P.S. Caramba, acabo de darme cuenta al fechar esta carta que el sábado fue tu cumpleaños. Por favor, acepta mis mejores deseos y que tengas un año de buena salud y de muchos poemas y alegrías.”

Traducción de Mirta Rosenberg en el Diario de Poesía 82 (Argentina).

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char