lunes, 7 de mayo de 2012

Yo, que amo la naturaleza y su dinámica


Otros poemas de 
LILIANA GARCÍA CARRIL
(Buenos Aires, 1951)

Plano infinito

hay una foto
perdida para siempre:

la mano en la cintura
el torso ladeado, la cadera

dura el desafío en la mirada
y de ella dura la hija
como una fotografía

no es el ocre del papel
es cómo se va siendo
menos joven y más insomne

tan diferentes las dos
toda la vida y después
idénticas van a durar
toda la muerte

(no me mires ahora
saldría con cara de mirar
fotos perdidas)
***

como una piedra en el agua
puedo caer y ser la razón
de una onda expansiva
de insatisfacción, atraerte
hacia mis círculos concéntricos
y hundirnos hasta recordar
cómo era una marea

puedo ser más y más honda abierta
y más oculta más fuerte que la luna

pero seguirías preguntando
si me pasa algo.
***

unas vecinas nos guían en una caminata
lo difícil no es escalar, ni abrirse
al mundo de la maleza cada vez más profusa

dejarse llevar por el movimiento oculto de las rocas
–¿víboras en esta zona?–
y la furia contenida del arroyo

Yo, que amo la naturaleza y su dinámica:
ellas van con palos y conversan.
***

Una isla frente a la península
es la obsesión de estos días
no sabemos si hay que cruzar
ni a qué hora del día
llegar en bote
ir nadando de noche
tomarla por asalto
o ir con todo el mundo
en la excursión de las diez
lo que no sabemos es desembarcar
como quien dice hasta que aclare
hasta que el resentimiento de la ola
se convierta en pura espuma
tampoco sabemos si la isla está desierta
***
cuidar y alimentar a otra poeta

Estoy de vacaciones con una gran poeta.

Será lo nutritivo de la conversación
lo que me hace aumentar de peso.

Noto que la gran poeta
no sufre del horror de la página en blanco
sino del vacío de la heladera,
la incertidumbre de qué comeremos
las cinco noches que nos quedan.

2 comentarios:

Silvina dijo...

Muy buenos,y muy recomendable todo su libro "La paciencia".

Irene Gruss dijo...

Así es, gracias por pasar, Silvina; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char