viernes, 6 de abril de 2012

Ya no se declara la guerra, se prosigue

Otros poemas de INGEBORG BACHMANN
(Klagenfurt, Austria, 1926-Roma, Italia, 1973) 

El tiempo postergado

Vienen días más duros.
El tiempo postergado hasta nueva orden
se hace visible en el horizonte.
Pronto debes atar tu zapato
y seguir los perros de vuelta a las granjas del pantano.
Pues las entrañas de los peces
se han vuelto frías en el viento.
Débil brilla la luz de los lupinos.
Tu mirada traza en la niebla:
El tiempo postergado hasta nueva orden
se hace visible en el horizonte.

Al otro lado la amada se hunde en la arena,
ya asciende hacia su ondeante cabello,
cae en sus palabras,
le ordena silencio,
la descubre mortal
y dispuesta a la partida
tras cada abrazo.

No mires atrás.
Ata tus zapatos.
Sigue los perros de vuelta.
Tira los peces al mar.
¡Apaga los lupinos!

Vienen días más duros.

Traducción: Yannick Bautista
***
Todos los días

Ya no se declara la guerra,
se prosigue. Lo inconcebible
se ha hecho cotidiano. El héroe
permanece alejado de los combatientes. El débil
ha avanzado hasta las zonas de fuego.
El uniforme de diario es la paciencia,
la condecoración, la mísera estrella
de la esperanza sobre el corazón.

Se concede
cuando ya no pasa nada,
cuando el fuego nutrido ha enmudecido,
cuando el enemigo se ha hecho invisible,
y la sombra del armamento eterno
oscurece el cielo.

Se concede
por abandonar las banderas,
por el valor ante el amigo,
por revelar secretos indignos
y desacatar
toda orden.

Versión de Arturo Parada
***
La noche de los perdidos.
El final del amor

Una luna, un cielo
y el mar obscuro.
Tan sólo eso, y todo obscuro.
Tan sólo eso, porque es de noche.
Y nada humano
entreteje además esa acción efectiva,
Que me reprochas también tú
y semejante amargura
No lo hagas.
Nada mejor hay que yo pudiera conocer
sino amarte, nunca
pensé,
que a través del sudor de la piel
se me haría presente
el […] mundo.

Traducción:  Breno Onetto

1 comentario:

silvia camerotto dijo...

cuánto coraje triste! graciaa

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char