viernes, 9 de noviembre de 2012

Todo está por ocurrir y nada es cierto


Otros poemas de JORGE GARCÍA SABAL
(Balcarce, Buenos Aires, Argentina, 1948-
Buenos Aires, 1996)

Charla del viejo

Habla de aquello que no hizo,
lo que estuvo al alcance de la mano
y no pudo tocar.
Es confuso ese parloteo que sólo él entiende,
es áspero cuando dice ¨eso sí valía la pena¨.

Habla de aquello que no hizo,
como esas tortugas al revés,
expuestas al sol, la panza blanca,
las uñas arañando el aire.
***
Fin de ruta

Era un hombre viejo que murió. Nada
dejó para eso que llaman la memoria
del mundo: ni árbol ni libro ni hijo
tuvo. Fue nadie.

Distraído caminaba las calles de la ciudad,
su soledad y encierro; distraído solía mirar
de día y de noche el arco cóncavo, cíclico
en azul iluminado, tormenta, lluvia, estrellas.

Lóbrego, solo y con frío, muerto de muerte
natural en una esquina cualquiera, repetía,
lo oí, la mano alzada con la voz ¿qué son
esas cosas? ¿qué significan?

Así decía señalando el arco cóncavo
que llamamos cielo.
***
Todo está por ocurrir y nada es cierto

Todo está por ocurrir y nada es cierto.
Hay aquí zarcillo y calas y violetas
y juncos y árboles altos y raíces
secas alzadas de la tierra, devoradas,
inhóspitas, estirándose al aire, a nada.
Y también frutas y frutos que van y vienen,
puntuales en la sequía, puntuales
en su primitivo ardor. Y también hay aquí
algo que no ocurre, algo, alguna cosa,
cualquiera, que no da paso al ocurrir
y no está bien ni mal: sólo no ocurre.

En fin, quería decir que no hay violetas
ni juncos ni plantas de nada ni sequía
ni ardor. Este lugar es sólo el lugar
del no ocurrir: un sueño aturdido
de voces, raíces, gestos contra la muerte.

1 comentario:

Silvina dijo...

Qué bueno, Irene. Gracias. Abrazo

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char