jueves, 28 de junio de 2012

En el cauce, el viento

Tomada de unadepoetas.blogspot.com
MARIANA ROSA
(Neuquén, Argentina, 1974)

El durazno que despedazamos en el árbol
tratando de bajarlo con un palo.
El jugo que chorreaba
parecía maná,
miel y leche cayendo del cielo.
Así de sencillos son los milagros;
a veces hay que darle de palos a algo
en su centro tierno,
a veces hay que ver como chorrea
su dulce corazón

aunque no se llegue a tiempo
a abrir la boca,
ni podamos quitarnos
del cuerpo su rastro,
ni su olor.                                      
***
HACER LA PLANCHA

Si duermo entre dos celestes
como un camalote abierto

si sueño, líquida la espalda,
nubes que pasan

y flotando seguirlas
en el cauce, el viento

algo desde mi fondo
se desprende y sube

una moneda sumergida
en burbujas resuena

y se levanta
una voz.

Esta es la gracia:

quien recibe
vibra

y tañe
la propia nota.

Una pequeñez entre el agua
y el cielo, canta

su música es eco de la luz
que la sostiene.
***
Caldo de hueso

Ella podría de una vez deshabitar el agua
podría mudar los pies de la palangana inútil
donde remoja y remoja
no sabe qué noción de sí

Una fruta inexistente le come las manos

Aprende a escatimar el tacto, la moneda
Sostiene con ahínco la rienda del corset

Vísperas de baile agitan un dolor

Pasó ya la tarde rumiando sola
ganando como un niño tonto la próxima sortija

Alguien le dijo que tal vez el desamparo
fuera el lugar donde hacer crecer los pies
entonces en medio del charco
se detiene a saborear

Magnífica obstinación del agua
Caer como un náufrago sería justo
caer como un clavadista delirante
caerse de lleno en el plato mismo
el caldo de hueso
espeso
caníbal
el oloroso ungüento
sancochada la duda
y de allí beber

Sólo un perro viene a lamerle la boca
saciada
ella le seguirá el rastro
como a un designio

El viento de la casa arrastra ruido
que nunca alcanza la calle
Al silencio sólo lo escucha el muerto
en la antigua habitación

Mudanzas que tomen la casa por asalto
Deseadas manos de un prestidigitador

Al fondo entre tanto se erosionan viejos trastos
y uno es un anfibio desalmado
arrastrado por la cola
mutando entre la selva abierta
y el último corredor


Parto rauda a los maizales
con la escena a cuestas
Cada vez menos gracia para envejecer
para urdir de la galera raída
objetos nuevos


Deseo al paquidermo inexistente
y sólo sé mutar
en la desidia
ser otra otra otra

Ves?
el cordón
jamás termina de ceñir
la espalda


Conocer un pájaro es abrirlo con la boca
soportar pluma y sangre en la lengua
escuchar el peso de su cabecita muerta
sostener en la garganta el embudo negro
que es la posibilidad de un vuelo
Plegarse desde la saliva a sus huesos de aire
a sus piecitos tiesos
Sentirlo bajo el paladar
cada vez que se respira


Y aún así poder desearlo
No dudar de su verdad rasgando el aire
del centro de su cuerpo como punto de fuga
de su insidioso acierto 

3 comentarios:

Paloma Corrales dijo...

Fantástica. Gracias.

Unknown dijo...

Qué pulso suave y firme, qué maravilla.

Irene Gruss dijo...

Gracias, gente. Va mi saludo; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char