sábado, 4 de agosto de 2012

Esa claridad húmeda y lechosa


JUAN MANUEL INCHAUSPE
(Santa Fe, Argentina, 1940-1985)

De “Inéditos” de Poesía Completa,
(prólogo de Estela Figueroa-
Ed. Universidad Nacional del Litoral, 1994)


El silencio que necesitamos para poder escribir no existe.
Deambulamos entre rotas cosas queridas y, entre espinas
que lastiman, recogemos frutos de aquel parecido sabor.


+++++++++++++++++++++++++++


La luz del mediodía de diciembre pertenece a otra órbita
los loros silvestres cantan pero para otros oídos.
Lo único real es este salvaje ojo de seda que ahorca
los días en el rostro del que a medianoche se mira en el espejo.


22 de diciembre de 1966



++++++++++++++++++++++++++


Cómo puede la tristeza
cubrirlo todo
sin dejarse ver.


++++++++++++++++++++


Cuando a la ciega e imperiosa
necesidad de escribir algo se opone
la ausencia absoluta de la palabra
sé que estoy en el verdadero camino.
Entonces levanto la mirada del papel blanco
impenetrable
y la extiendo
sobre los metros de la habitación
las pequeñas piedras del camino
la pila de libros
los dibujos
otros objetos
iluminados
por esa claridad húmeda y lechosa
que segrega
la densa y blanca niebla de la mañana.

Veo en el centro de la mesa
el doblegado ramo de ramas de roble
un enjambre de hojas secas
quietas
aún filosas
formas prehistóricas o arcaicas
ligeramente arqueadas
hacia arriba hacia abajo
como si aún resistiesen
el trabajo del tiempo.
**
Cortesía de Hugo Luna

3 comentarios:

Silvina dijo...

Cuánta verdad. Gracias, Irene

Fuga Interior dijo...

Es increíble cómo este poeta con una obra mínima en cuanto a la cantidad de poesías, me ha inspirado. Lo nocturno, la lucha con las palabras.
Me gusta Inchauspe y la casualidad de que en este momento esté en mi mesa de luz junto a La mitad de la verdad y Trabajar Cansa de Cesare Pavese.

Saludos Irene! :)

Irene Gruss dijo...

A usted, por la visita; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char