jueves, 30 de agosto de 2012

Amo los gestos imprecisos

Tomada de poetassigloveintiuno.blogspot.com
VALERIO MAGRELLI 
(Roma, Italia, 1957)

No hallo ninguna piedra que arrojar
a este lago. Es cierto que de noche
es más difícil buscarlas en la playa
pero casi todo el día
transcurre en pesca y diversión:
y sólo ahora estoy en calma.
Por eso, al fin, es bello hacer brotar
aros líquidos, en la oscuridad
verlos desaparecer templando
en silencio su ritmo:
imaginar la lenta caída
de la piedra en el fondo
hasta depositarse entre las algas
como una hoja, o como una palabra
abandonada en el agua.
***

Hoja blanca como la córnea de un ojo.
Y me apresto a bordar allí
un iris y en el iris a grabar
el hondo remolino de la retina.
De este modo la mirada
germinará desde la página
y se iniciará un vértigo
en este cuadernito amarillo.
***

La puerta se cierra modulando
en los goznes el sonido de un corno.
Es el canto solitario de la noche
la armonía que yacía ignorada en la madera.
Y cualquiera al pasar provoca
la música sepulta, que siempre
asoma desigual.
Tal vez un lenguaje le gobierna
términos y medidas,
tal vez el azar.
Así el discreto dibujo de la herrumbre
y del agua narra la secreta epopeya de la borda.
***
El criminal

He infectado a mis hijos
transmitiéndoles la vida.
Para tolerarla, la he diseminado,
creando aquello de lo que huía,
arrojando sobre pobres inocentes
la carga que yo no podía llevar.
Para poder sobrevivir
se los di a la luz, a la picota.
Estafeta de la infamia:
he repartido la carga,
he reproducido sherpas.
***

Al frente

Caminamos por la nieve fría
ahora,
ahora patinamos pero
doblar
en esta nube de luz y de aire
frío
pero doblar es difícil
doblar.


Versiones de Guillermo Fernández
***
Que la materia...


Que la materia provoque el contagio
si tocada en sus fibras últimas
seccionada como el ternero de la madre
como el cerdo del propio corazón
chillando al ver sus miembros extirpados;

Que tal tormento genere
la misma energía que arde
cuando la sociedad se lacera, sacro velo del templo
y la cabeza del rey cae separada del cuerpo del estado
a fin de que el taumaturgo se vuelva la herida;

Que el abrazo del horno sea radiación
ruego de la naturaleza que se disgrega
inerme ante la sonrisa de los circunstantes
para brindar un levísimo aumento
de la temperatura ambiental;

Que la forma de cada producción
implique fractura, escisión, un adiós
y la historia sea el acto de la combustión
y la Tierra una tierna pila de maderas
puesta a secarse al sol,

es increíble, ¿no?
***
Si para llamarte debo marcar un número...

Si para llamarte debo marcar un número,
te transformas en número,
dispones los rasgos
en la combinación a la que respondes.
El tres que se repite,
el nueve en tercer lugar,
indican algo de tu rostro,
Cuando te llamo
debo dibujar tu figura,
debo hacer nacer las siete cifras
análogas a tu nombre
hasta que se entreabre la caja
fuerte de la viva voz.

De golpe, mientras estoy hablando,
la interferencia altera el diálogo,
lo multiplica, abre una perspectiva
dentro del espacio oscuro
del oído.
Me veo vertical, sonámbulo,
en equilibrio sobre una fuga de voces
gemelas, enlazadas una a la otra,
sorprendidas en su contacto,
Oigo la lengua de la bestia ctonia,
la hórrida trenza de palabras, frases, el monstruo
policéfalo y deforme que me llama
desde la profundidad.


Versiones de Jorge Aulicino
***
Amo los gestos imprecisos...

Amo los gestos imprecisos,
un hombre que tropieza, aquel
que hace chocar el vaso,
ese que no recuerda,
el distraído, el centinela
que no es capaz de detener el breve
palpitar de los párpados,
me son queridos porque veo en ellos
el temblor,
el tintineo familiar
del mecanismo roto.
Calla el objeto, intacto,
sin voz sólo le queda el movimiento.
Aquí, en cambio, ha fallado el artefacto,
el papel de las partes: se separa
una pieza, se anuncia.
Adentro,
algo baila.
***
El abrazo

Dormida tú a mi lado, yo me inclino
y cerca de tu rostro me adormezco
como una vela que recibe
la llama de otra vela.
Y las dos lucecitas permanecen
mientras el fuego pasa y sueña el sueño.
Mas mientras sueña vibra
en el subsuelo la caldera.
Arde allá abajo una naturaleza
fósil, allá en el fondo
arde la Prehistoria:
turbas muertas, sepultas, fermentadas
llamean dentro del termosifón.
En una oscura aureola de petróleo
nuestro cuarto es un nido calentado
por residuos orgánicos, hogueras,
putrefacciones... Y nosotros,
somos, bujías, las dos lenguas
de esa única antorcha paleozoica.

Versiones de Pablo Anadón

4 comentarios:

Gabriel Rosales dijo...

Muy bueno. Gracias por compartir, no tenia el gusto. Saludos fraternales.

Gabriel Rosales dijo...

Otra vez, digo, GENIAL "Y nosotros,
somos, bujías, las dos lenguas
de esa única antorcha paleozoica"

Hugo Connor dijo...

Brillante!

Irene Gruss dijo...

Gracias, amigos; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char