lunes, 3 de septiembre de 2012

A un alto precio compraste el tesoro escondido


ROBERT BURNS
(Ayr, Escocia, 1759-Dumries, id., 1796)


MARY MARISON

¡Oh Mary, asómate a tu ventana, a la hora esperada y deseada! Déjame ver esas sonrisas y esas miradas que eclipsan el tesoro del avaro; qué alegremente soportaría la lucha, fatigado esclavo de sol a sol, si pudiera obtener la espléndida recompensa, la hermosa Mary Morison.
Ayer, cuando al son tembloroso de las cuerdas la danza giraba por el salón iluminado, mi fantasía voló hacia tí. Allí estaba yo, pero ni la veía, ni oía; aunque ésta era hermosa, y aquella morena, y la otra envidia de todo el pueblo, yo suspiraba, y decía entre ellas: "Vosotras no sois Mary Marison".
¡Oh Mary! ¿puedes destruir la calma de quien por ti alegremente moriría? ¿Puedes romper un corazón cuya sola culpa es amarte? Si no quieres devolverme amor por amor, demuestra por lo menos compasión; un pensamiento cruel no puede ser el pensamiento de Mary Marison.
***
A UN RATÓN DEL CAMPO

en ocasión de haber deshecho su nido con el arado

Pequeña, escuálida, asustada, temerosa bestezuela, ¡Oh, qué pánico hay en tu pechito! ¡No huyas tan apurada, con murmurante prisa: jamás te perseguiría, para cazarte con el arado asesino!
Lamento, en verdad, que el dominio del hombre haya roto la unión social de la naturaleza, y justificado esa mala opinión que te hace huir de mi, tu pobre, agreste compañero,  tan mortal como tú.
No dudo, es claro, que tú robes; ¿qué importa? Pobre animalito, tú también debes vivir. Un poco de trigo en una bolsa es tan poca cosa; yo me contentaré con el resto, y nunca me daré cuenta.
¡Y tu casita, en ruinas también! ¡Con lo que soplan los vientos! ¡Y nada de forraje, en esta época, para construir una nueva! ¡Y los ásperos vientos de diciembre que se acercan,  amargos e incisivos!
Viste que los campos se desnudaban, y que el cansado invierno se acercaba rápidamente y decidiste refugiarte aquí, cómo, lejos del cierzo. Hasta que, ¡crash!, la reja cruel atravesó tu celda.
¡Ese montoncito de hojas y pajitas te ha costado muchos fatigosos ramoneos! Ahora te han desalojado de tu casa, a pesar de todo tu trabajo, y debes soportar la llovizna cruel del invierno, y la fría helada.
¡Ay ratoncito, no eres el único que ha comprobado la vanidad de las previsiones; los mejores proyectos de hombres y de ratones fracasan a menudo, y no nos dejan sino dolor y pena, en vez de la alegría prometida!
Todavía eres feliz, comparado conmigo; sólo el presente te concierne; pero ¡ay, yo vuelvo hacia atrás mis ojos, y sólo veo escenas lamentables; y hacia adelante, aunque no puedo ver, me imagino, y me estremezco!
(Traducción de J.R. Wilcock)

Tomado de Poetas Líricos Ingleses. Selección de Ricardo Baiza. Estudio Preliminar por Silvina Ocampo. Traducciones de Ricardo Baeza, S. Ocampo, J.R. Wilcock, R. B. hopenhaym, Jorge Borges, Alcalà Galiano, Dìez-Canedo y Salvador de Madariaga. Noticias bibliogràficas de Ricardo Baeza y Josè Manuel Conde. - W.M. Jackson Inc. Editores. III Ed. 1968. 
***


Cruzando el centeno, pobre cuerpo
Cruzando el centeno
Se le volaba la faldilla
Cruzando el centeno

Si un cuerpo choca un cuerpo
Cruzando por el centeno
Si un cuerpo besa un cuerpo
¿Tiene un cuerpo que llorar?

Si un cuerpo choca un cuerpo
cruzando por el valle
Si un cuerpo besa al cuerpo
¿Tiene el mundo que saberlo?

El de Jenny es un cuerpo pequeño y dulce
Jenny casi nunca tiene sed
Y se le vuela la faldilla
Cuando cruza por el centeno...
***
La lágrima

Mi corazón es angustia, y lágrimas caen de mis ojos;
Hace largo, largo tiempo que la alegría me es extraña:
Olvidado y sin amigos soporto mil montañas,
Sin una voz dulce que suene en mis oídos.

Amarte es mi placer, y profundo lastima tu encanto;
Amarte es mi desdicha, y esta pena lo ha demostrado;
Pero el corazón herido que ahora sangra en mi pecho
Se siente como un flujo incansable que pronto será deshecho.

Oh, si yo fuese -si acariciar la felicidad yo pudiese-
Abajo en el arroyo joven, en el cansado castillo verde;
Pues allí deambula entre melodías permanentes
Aquella lágrima seca de tus ojos.
***
Los viejos tiempos

¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y nunca recordados?
¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y los viejos tiempos?

Por los viejos tiempos, amigo mío,
por los viejos tiempos.
¡Tomaremos una copa de amabilidad
por los viejos tiempos!
Los dos hemos corrido por las laderas
y arrancado las margaritas,
pero vagamos con pies cansados
desde hace mucho tiempo.
Los dos hemos jugado en el arroyo
desde el mediodía hasta la hora de la cena,
pero los mares que hay entre nosotros han rugido
desde hace mucho tiempo.

Y hay una mano, mi leal amigo,
y danos tu mano¡ Y beberemos un trago
de buena voluntad
por los viejos tiempos!
¡Y sin duda tú pagarás tu pinta
y sin duda yo pagaré por la mía!
¡Y beberemos un trago de amabilidad
por los viejos tiempos!
***
Pero en esto, no estás sólo amigo,
en ver anulados tus planes:
los mejores proyectos del ratón y del hombre
a menudo se ven truncados,
y sólo nos queda pena y dolor,
en lugar de la felicidad que prometían.

Sin embargo, ¡bendecido estás al lado mío!
Es sólo el presente el que te afecta:
Pero, ¡oh! Yo miro hacia atrás y veo
un camino desolado
Y, adelante, sólo oscuridad,  
y me da miedo lo que adivino.
***
Sensibilidad encantadora

Bien puedes decir, amiga mía,
qué encantadora es la sensibilidad,
mas la aflicción, con su carga de horrores,
¡ay! también la has conocido.
Hermosa flor, contempla cómo el lirio
se abre bajo los rayos del sol:
deja que el viento sople furioso en el valle,
entonces lo verás postrado en el lodo.
¿No oyes a la alondra hechizar al bosque,
contándole sus pequeñas alegrías?
Pero ¡ay! es la más fácil presa
para los piratas de los cielos.
A un alto precio compraste el tesoro escondido,
que permite alcanzar los mejores sentimientos:
las cuerdas que en su vibrar producen dulces placeres
son las mismas que estremecen con sus notas de tristeza.

Versiones s/d
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Ilustración: Lectura familiar de la Biblia en Escocia: «Escena en una casita escocesa» de J.D. Watson, una ilustración del poema homónimo de Robert Burns, en Poesía inglesa sagrada de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, ed. Robert Aris Willmott (London: Routledge, Warne, y Routledge, 1863).

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char