viernes, 24 de agosto de 2012

Pobre de mí, limitada a mi propia forma


WISLAWA SZYMBORSKA
(Kórnik, Polonia, 1923-2012) 


Estoy demasiado cerca suyo como para que sueñe conmigo.
no vuelo sobre él, no me escapo de él
bajo las raíces de un árbol. Estoy muy cerca.
No es con mi voz que canta el pez en la red,
no es de mi dedo de donde rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. Una gran casa se incendia
sin que yo grite socorro. Demasiado cerca
para que toque la campana que cuelga de mi pelo.
Demasiado cerca para que entre como un huésped
ante el cual las paredes se abren por sí mismas.
Ya nunca más moriré tan simplemente,
tan lejos de mi cuerpo, tan inadvertida
como una vez en su sueño. Demasiado cerca.
Siento el silbido, veo la escama brillante de esta palabra
mientras yazgo inmóvil en su abrazo. Él duerme,
ahora más accesible para ella, a quien vio sólo una vez,
una cajera de un circo ambulante con un solo león,
que para mí, que estoy a su lado.
Para ella crece ahora en él un valle,
con hojas secas, cerrado por una montaña nevada
en el oscuro aire azul. Estoy demasiado cerca
para caerle encima desde el cielo. Mi grito
sólo podría despertarlo. Pobre de mí,
limitada a mi propia forma,
yo que he sido abedul, he sido lagarto,
que podía salir de los capullos
con los colores de mi piel titilando. Tenía yo
el don de desaparecer ante los ojos asombrados,
la riqueza de las riquezas. Estoy cerca,
demasiado cerca como para que sueñe conmigo.
saco mi brazo debajo de su cabeza que sueña
y está dormido, lleno de agujas imaginarias,
y en la punta de cada una de ellas se sientan,
esperando ser contados, los ángeles caídos.

2 comentarios:

vera eikon dijo...

Qué locura de poema...Comparto tu hermosa entrada. Un abrazo

Irene Gruss dijo...

Gracias, Vera. Mi abrazo, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char