martes, 10 de julio de 2012

El río un tigre que mira de costado


Mademoiselle Pogany - Constantin Brancusi

MARCELO CUTRÓ
(Santa Isabel, provincia de Santa Fe, Argentina, 1967. Desde 1975 reside en Rosario, Santa Fe, Argentina)

Poema para Julia


Vuelvo del trabajo en el último asiento del 101
Cierro los ojos y pienso en la sonrisa de Julia.
Quien sube al colectivo, ve a alguien de camisa blanca
y corbata azul, sonriendo con los ojos cerrados.
***
Otoño

El día cerrado en la mirada orquídea.
La virgen del campo recibe la brasa.
Al norte otro viento. El llanto pendiente.
***
Siete poemas cortos

Las luciérnagas que rodean el mangrullo
leen el viento sobre un papel dorado.
...
Recuerdo un lugar donde no estuve,
una cinta de sal,
piedras azules.
...
Palmeras rojas.
El campo sube a los huesos.
...
La noche está demás en esta botella de vodka.
Un animal dormido en los colores equivocados
oye nuestra conversación.
...
Duermes en un hotel de colores musculosos llena de
/ silencio,
la tormenta exige otra noche entre los pies de fuego
/ por esa calle
que termina en la voz de un caballo de madera.
...
Mesas de luna en el patio de una pesadilla,
el río un tigre que mira de costado.
...
Llegando al limonero la sombra es amarilla.
Las abejas desnudas semillas de madera.
***

Las olas negras del cielo, chocan contra los balcones. Ahí brillan
los pájaros, frente a una ventana que acaban de cerrar, dejando
afuera una latita plateada con semillas oscuras. Se enfurecen las ramas.
Por el boulevard Raspail, los muertos caminan con los brazos en alto.
**

No saben si el día desaparece o regresa, llega como un tren
del que nadie desciende. Visiones envejecidas. Los pasillos
del tren terminan en una puerta que da a un río de Rumania.
Todo es gris, reciente.

***
Entrevista 
por Julieta Tonello
(Fuente: LACAPITAL.com.ar)

En Rumania/ Santa Isabel, su último libro, el escritor nacido en el sur de la provincia asocia un personaje de su pueblo natal y la obra del escultor Constantin Brâncusi en poemas que recurren a la prosa y a formas aforísticas.

¿Qué tienen en común el escultor Constantin Brâncusi y una curandera de Santa Isabel, provincia de Santa Fe? En principio, nada. Pero Marcelo Cutró encontró motivos de escritura en esas dos figuras, al punto de componer con ellas los textos de Rumania/ Santa Isabel, su nuevo libro de poemas. Aunque los escribió por separado, "iban a estar juntos, sabía que estos dos temas iban a conformar un libro, que iban a estar juntos", dice.
Cutró vive en Rosario desde los siete años, pero nació en Santa Isabel y también residió en Pérez, Elortondo y Wheelwright. El pueblo natal fue ya el tema de un libro anterior, titulado precisamente Santa Isabel, y ahora retorna a través de un personaje evocado entre la memoria y la ficción; la exploración de la figura de Brâncusi, a su vez, proviene de una sugerencia de Alberto Muñoz, según explica el autor en esta entrevista.
Rumania/Santa Isabel lleva como título el nombre de dos espacios geográficos. ¿A qué se debe esta elección?
—En realidad utilizo estos espacios geográficos para hablar de la obra de dos personas. Por un lado, el poema "Rumania" habla de la obra del escultor rumano Constantin Brâncusi, y en "Santa Isabel" me refiero a la obra de la curandera de Santa Isabel, el pueblo de mi infancia. Esta curandera se hizo muy conocida, fue famosa en su momento, era un personaje grande del pueblo. Cuando era chico todos iban a curarse con ella, una vez me llevaron a curarme la pata de cabra. Yo era muy pequeño y no tengo recuerdos de esa época, tuve que averiguarlo por medio del relato de mis tíos, mis abuelas, fui haciendo una reconstrucción a partir de las voces ajenas. Esta curandera tenía algo de mágico y de inexplicable, como lo tiene la poesía, y a su vez había algo amoroso en ese curar, en ese decir para aliviar dolores. En este segundo poema se trata de una obra de bien, mientras que en el caso de "Rumania" la obra está relacionada con el terreno artístico. Por otra parte, también aparecen pasajes ficcionales que no tienen que ver con estas dos obras, como las escenas de bodas en ambos poemas.
—Nació en Santa Isabel. ¿La elección geográfica opera como una demarcación de identidad en el poema de nombre homónimo?
—Viví un solo año en Santa Isabel, pero es un lugar al que siempre vuelvo, es mi origen. Forma parte de mi infancia, entonces es un tesoro. En 2003 publiqué Santa Isabel, un libro de poemas en el que abordo mi vida en el pueblo. El libro tiene un bloque que es bastante autobiográfico, en el que hablo también de mis padres, de mis abuelos. Ahora retomé el nombre del lugar pero para referirme específicamente al personaje de la curandera. Recuerdo que presenté Santa Isabel en el psiquiátrico de Oliveros, porque una amiga psicoanalista y poeta, Mariana Brebbia, me invitó a presentarlo allá, ella dirigía el taller del lugar. Fue raro, confuso y hermoso a la vez.
—Además residió en varias localidades antes de radicarse en Rosario. ¿Cómo cree que influyeron estos cambios de residencia en su poética?
—Pienso que ese deambular influyó porque me permitió conocer lugares distintos, establecer contacto con el clima y la forma de vida de los pueblos. Cuando me vive a vivir a Rosario, a los siete años, la ciudad me parecía Nueva York. Nunca había visto un taxi...
— En relación al método que llevó a la creación de Rumania/Santa Isabel, ¿trabajó sobre una estructura previa y escribió de acuerdo a ella, o compuso los poemas de manera aislada y luego decidió agruparlos en un poemario?
—En el caso de este libro, empecé escribiendo sobre Brâncusi. Sucede que estudio poética con Alberto Muñoz hace varios años, es un autor que desde chico admiro muchísimo. Y Alberto está convencido de que el poeta tiene que conocer de todo: de poesía, artes plásticas, pintura, religión, música, filosofía. Entonces, en ese pasaje de ir conociendo algunas cosas del arte, Alberto me presentó a Brâncusi, a través de fotos y folletos históricos, y quedé fascinado con su obra. Ahí empecé a investigar sus creaciones. Sobre todo me impactaron "La mesa del silencio", una mesa de piedra con varios banquitos alrededor, y "La columna sin fin", una columna muy grande con rombos de madera, hecha en homenaje a los soldados de la primera guerra mundial. Más adelante, de manera aislada, empecé a escribir sobre la curandera. Pero ya tenía en la cabeza la idea de que iban a estar juntos, sabía que estos dos temas iban a conformar un libro.
—La naturaleza es un motivo recurrente en el libro. Pero se trata de una naturaleza enrarecida, onírica. ¿Hay una intento de apartarse de una cartografía realista?
—Es interesante, no lo había pensado así... Si sé que esta cuestión de lo onírico siempre está presente en mi poesía, y también la cuestión de la naturaleza, la he trabajado en libros anteriores. Quizás se deba a esta base de pueblo que traigo, la razón por la cual hablo de caballos, del campo, en mis obras. Es un lugar de contemplación de la naturaleza. Evidentemente, aunque hace muchísimo que vivo en Rosario, en algún lado ha quedado registrada esa parte de mi historia.
—Participa asiduamente en festivales y ciclos de poesía. ¿Cuál es su opinión sobre estos encuentros?
—Yo trato de asistir a todos los festivales y lecturas que puedo, siempre sirve que alguien escuche. Que la poesía circule ya es un montón. Generalmente estos lugares están llenos de poetas, y da la sensación de que sólo nos leemos entre nosotros y nos escuchamos entre nosotros, pero siempre aparecen dos o tres personas nuevas que vienen a escuchar. Es interesante escuchar otras voces, ver qué está haciendo el otro.
—Sus trabajos se centran en la poesía. ¿Qué encontró en este género que le hizo elegirlo?
—La poesía me salva. Yo empecé a escribir poemas porque me gustaba mi compañera de quinto grado. Siempre escribí poesía, me resulta muy difícil escribir otra cosa. Es un género en el que me siento cómodo, a gusto. Estar inmerso en la poesía, trabajar en ella me salva de todo, embellece mi vida.

2 comentarios:

David dijo...

El año pasado participe de un curso sobre poemas en un hoteles en buenos aires y pusieron a estos poemas como ejemplo de ser algunos de los mas lindos y profundos que se han escrito. Espero alguna vez escribir algo parecido y que llegue a los corazones de los demás.

Sex Shop dijo...

Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char