miércoles, 20 de septiembre de 2017

Una complicidad extrema

MARCELO RIZZI 

(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1961)


Así como otros aman el desnudo
y lo dibujarían para siempre,
así amo yo la sed de las palabras
tras el encanto en fuga
Ricardo Herrera


en la condición de invierno darle
a la suma su posibilidad de resta;
la inversión expuesta demostrará
que no hay ni habrá jamás justicia boreal;
si se vive cerca del mar -no más allá
de lo que equidistan cien millas-
y si se deja que el ojo sueñe
por ahora con la ilusión de la nube,
puede que la piedra comience a rodar
esta vez hasta la cima, que el aire
se llene de ambiciones superfluas,
o que la puerta se deje
para siempre entreabierta
***
porque en la sombra del viento
es como un otro el que empieza
a jugar con las palabras
- como si fuera un muestrario
medieval de aromas,
y desde afuera asoma
todo aquello que presta,
que devuelve o dona
***
ayer descendí una rama más
de mi árbol genealógico;
pagué con pitanzas de segunda
al más joven de los turiferarios;
volví a dar otro giro a la noria,
dejé que el agua lavara mis pies;
en exacto equilibrio entre azar y necesidad;
dejé puesta la mesa para quien
llegase desde un tiempo profano;
desperté en la aldea de siete piedras
creyendo que huía hacia otra ciudad
***
dicen que la huella de lo que ocurrirá
ya está presente en lo hoy deseamos
abolir de raíz - que sólo al inicio
de todo se conoce el diagnóstico
de la enfermedad; que se comienza
a viajar sin atender al medio de transporte;
que cada uno a su turno volverá a regar
su fanega, a ordenar de nuevo la casa,
a apartar de un solo soplo
las cenizas del umbral
***
sugerir a otros, desde los andamios
más altos, lo que nunca se llegará a ser:
esperar, como en el arte, del observador
una complicidad extrema;
o bien una mezcla de las dos:
opciones con acentos agudos
en lo infinito del átomo
o en lo lejano de la estrella;
a menudo se es sólo
la conciencia de las ropas
que ya no se van a usar

de La experiencia Proust  (inédito)

Publicado por Alejandro Schmidt en su blog

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char