lunes, 18 de julio de 2016

Se dice la espera cuando la letra está al borde

Pablo Romero

(Concepción, Tucumán, Argentina, 1999)

ROMPER UN VASO
Estaba al borde. Lo juro. Casi imperceptible,
atento a la ruina como a punto de darse muerte
como sabiendo el lugar exacto dónde hacer fuga.
Estaba al borde.
Tuve un amor alguna vez. Era como vivir de la sed,
darse contra el mar hasta romper el cuerpo.
Pero no era mi cuerpo lo que se fragmentaba
en la caída,
no esta vez. El vaso caía por el peso de su nombre,
dije vidrio y no necesité más para cortarme.
La poesía hace estas cosas.
***
POEMA
Escribir es deplorable, Cuerpo.
Pretendemos encontrar haciendo pérdida.
Inútiles.
Adoramos la poesía porque no es.
Nos odiamos porque somos.
Escribir es un parto porque siempre
hay un hijo y siempre se es padre aunque
nunca se sabe: querido hijo dos puntos.
Acá tienes el mundo. Es la hiedra que calo
entre tus huesos.
***
EL ÚLTIMO APAGUE LA LUZ

Oh, ser un capitán de quince años
Pere Gimferrer

Sin fuerzas de pertenecer un poco al mundo
cuando es la vida me dejo caer:
acá empieza mi nombre y termina mi sombra
hallarse de pronto con el cuerpo tendido
tu nombre en el lugar de la conciencia
contar uno a uno los años en el pecho,
de golpe, sin pedir permiso a la muerte.
Esto es la clemencia. Escribo porque
me ahogo y ya no sé quién soy
porque soy el mismo, todavía.
¿Qué se sentirá escribir una victoria,
tener las manos llenas?
Digamos que me voy.
Este es el exilio que hace de mi cuerpo
una luz enorme donde enceguecer la vida
una tumba azul para velar
lo que fue arrancado, a tientas,
de la tierra
***

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char