domingo, 10 de junio de 2012


Créd.: tomada de CCEBA

FERNANDO NOY
(San Antonio Oeste, Buenos Aires, Argentina, 1951)


Nunca

Jamás
       las hojas del otoño
                  ensucian el camino

Al contrario
       lo enjoyan
       ya cansado de barro

Todo
       estará muerto
           alguna vez

Menos
       esta imagen
               que
                     te
                           toca

De Piedra en flor, Ediciones del Paraíso, Buenos Aires, 2011
***
De distintas entrevistas
(Fuentes: Tiempo Argentino y Diario Z)

–¿Cuál es el origen de Piedra en flor, tu nuevo libro de poemas?
–Hay un poema reflexivo que cierra el libro, al que titulé “Dios”. En ese momento sentí que la poesía llegó hasta mí, que estaba sentado sobre una piedra, esperando a las musas para que hicieran lo suyo. Uno con la poesía busca dar algo al mundo, y esta es otra entrega.  ¿Y si no fuese así, qué sentido tendría escribir?
–Y tan importante fue ese instante de contemplación que también te dio el nombre para el libro…
–Claro, porque viene de sentarme a reclamar a los cielos, y sin querer llegó la inspiración. Recuerdo que estaba en un pedregal completamente solo y pidiendo.
–¿Estos nuevos poemas alertan sobre el uso de la poesía?
–Sí, porque ciertos poemas anuncian y prenden una luz roja sobre la poesía inútil. Alguna vez tenía que hacerlo, así que fue como una catarsis. Como poeta estoy en estado de permanente zozobra.
***
"Si de algún lado soy, es del Abasto -dice refugiado del calor en un cafecito del Abasto, mientras sostiene un abanico con manos de uñas pintadas de negro-. Noy aparece mencionado por Enrique Cadícamo y por Borges. Es mi abuelo. Eso hace que desde niño viniera al Abasto."
–¿Un porteño de ley?
En realidad nací en San Antonio Oeste, cerca de Bahía Blanca. De ahí mi viejo se fue a Ingeniero Jacobacci, donde me crié hasta los doce. Como no había secundario me vine. El Noy es judío por mi bisabuela. Mi mamá es hija de una judía irlandesa. Mi padre es argentino, se conocieron en el sur. Ése es un poco mi árbol ginecológico... Y a mí en el Parakultural me decían La Noy. Yo venía de Bahía, Brasil, después de años de carnaval, de autoexilio brillante, y empecé a hacer mis shows, primero en Cemento, con Walter "Batato" Barea como telonero, con un personaje que se llamaba "El Ella". De él escribí Te lo juro por Batato, una biografía coral y oral. Creo que logré perpetuar a Walter ahí. Podría quedar como el recuerdo de una mariposa cósmica, apocalíptica.
(...)
–¿Cómo fue su formación?
Yo aprendí poesía de chico. Y muchas veces me ofrecieron dar cursos de poesía. Pero no me parece. La poesía la da la vida. Solamente una vez hice una experiencia que se llamó Tránsito poético, una lectura mía recorriendo los grandes poetas: mis amigas Olga Orozco y la Alejandra Pizarnik, pasando por los surrealistas, por Ungaretti. Es como un boca a boca... con beso incluido que no tiene intención pedagógica. Tuve mucha suerte en las coyunturas, porque me tocó formar parte del "circo". Yo era una de las locas del rock. Todos estos tránsitos, el tiempo de la bohemia, del 65. Luego la época del Di Tella. Ya estaba Marta Minujin con La menesunda, mi amigo adorado Grecco, la divina bailarina Iris Scacceri. Pero lo inmediato es que en marzo sale Piedra en flor, en Ediciones del Paraíso. Son como 300 páginas que estoy pasando de la Remington...
–Fue seleccionado en la Antología de Poesía del Bicentenario.
Y estamos en segunda edición. Para mí fue una gran conquista porque los poetas somos multitud. Mi futuro libro se tendría que llamar "Cuando yo era gay", porque yo no soy gay, soy un ángel.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char